Fotografía: Edu Ponces |
El desenlace
Viernes, 27 de abril, 2:12 a.m. Parque Libertad, Santa Ana.
La plaza central santaneca quizá sea la más bonita de El Salvador, incluso de madrugada. En la parte central, entre árboles y zonas ajardinadas, hay un coqueto y bien iluminado quiosco, pero lo que singulariza este parque, y lo vuelve inigualable, es el conjunto monumental que la bordea: al oriente, la catedral; al poniente, el edificio de la alcaldía municipal; y en el costado norte, el espléndido teatro, inaugurado hace más de un siglo. Parece que en Santa Ana la actuación está muy arraigada.
Ayer jueves, la Policía Nacional Civil (PNC) convocó a los medios de comunicación para el gran operativo de hoy, uno de esos en los que los agentes botan puertas y entran en las casas fusil en mano. Estos actos suelen finalizar con la presentación de los detenidos, y en esta ocasión, en vez de hacerla en una delegación, el jefe de la Región Occidental de la PNC, el comisionado Douglas Omar García Funes, y el jefe de la Delegación de Santa Ana, el comisionado Julio César Marroquín, han elegido como marco el parque Libertad.
La primera caravana en llegar a la plaza, hace no más de 20 minutos, es la que estuvo en el cantón Tablón Matazano, la elegida para ser cubierta por los periodistas. Traen en dos pick ups a tres supuestos pandilleros, uno de ellos vestido con suéter claro. Casi al mismo tiempo, por otra esquina de la plaza aparece, también esposado con las manos en la espalda, una pareja de policías que escolta a otro pandillero, este con la MS tintada en el rostro. A los cuatro los sientan en el suelo. Las cámaras echan humo.
El comisionado Marroquín da las primeras declaraciones oficiales a los medios: “Sí, puedo decirles que vamos en un 75-80% de efectividad en cuanto a todas las órdenes de captura que nos emitió la Fiscalía General de la República (…) Hemos golpeado a las clicas: a la Stoner y a la de… Ele Ese, ¿verdad?”
En los próximos minutos seguirán llegando más jóvenes esposados y escoltados, primero de a poco, y al final una camionada entera. Al final se juntan 32, algunos pocos descamisados a la fuerza para mostrar sus ostentosos tatuajes alusivos a la Mara Salvatrucha (MS-13). Es, en teoría, el resultado del ambicioso operativo coordinado por la PNC y la Fiscalía. La foto del éxito.
Pero no.
Basta acercarse a los jóvenes y preguntarles respetuosamente para darse cuenta de que los detenidos esta madrugada son minoría.
—Yo llevo ya dos noches ahí encerrado, y por gusto, por resistencia –dice uno de ellos.
—Igual yo –agrega el compañero con el que comparte esposas–. Por resistencia, pero ¿resistencia de qué? Si yo bañándome estaba en mi casa cuando me fueron a traer.
—¿Y me podrían dejar el teléfono de algún familiar para verificar lo que me están contando? –pregunto.
—Vos periodista sos, ¿va? Pues deberías ir a ver las bartolinas de acá, del 911, que ahí ni comida nos dejan entrar, ni bebida ni ropa.
Cuesta asimilar lo que me están contando.
—A ver, a ver, a ver, que me quede clara esa onda –les digo–. Ustedes han estado otras veces en bartolinas, y ahora en el operativo los han vuelto a detener de nuevo…
—No’mbre. Que nosotros estábamos ahí adentro y en la mañana se nos cumplen los tres días ya. Hoy vamos a salir libres, pero más tarde. Y ahorita nos han traído aquí solo para hacer la propaganda.
Siete u ocho jóvenes me confirman que la mayoría de los que están ahora sentados en el parque Libertad, presentados como el fruto del ambicioso operativo nocturno, llevan en realidad varios días en las bartolinas del Sistema 911 de la PNC.
El olor característico del hacinamiento también los delata.
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El nudo
Viernes, 27 de abril, 1:21 a.m. Cantón Tablón Matazano, municipio de Santa Ana.
La madre llora, pero lo hace para adentro, casi en silencio. El padre camufla su nerviosismo con una risa evidentemente fuera de lugar. Y el hermano pequeño, de unos 12 o 13 años, se asoma en calzoneta a la puerta del cuarto sin saber muy bien qué cara poner. El causante del revuelo familiar, el joven que la Policía ha ido a detener, está de pie, callado y con las manos esposadas en la espalda. Viste un suéter claro, calzón y chanclas.
—¿Le puedo poner un pantalón? –pregunta la madre.
—Sí, señora –responde un policía cubierto con gorro navarone y un dossier de papeles apoyado sobre su antebrazo, con una copia de la orden de captura girada por la Fiscalía y una foto del joven detenido.
Esto ahora está relativamente tranquilo, una docena de personas -incluidos los inquilinos-, pocas voces, pero hasta hace unos minutos la casucha –de láminas, con leña apiñada en el suelo y una hedionda fosa séptica cubierta con plásticos– estaba llena de policías armados hasta los dientes y de periodistas ávidos de la secuencia más codiciada: el mazo reventando la puerta. Unos y otros se fueron rápido porque esta no era la única puerta que tenían que destrozar en este cantón.
Entre sollozos, la madre ha logrado colocarle a su hijo un pantalón oscuro. El agente incluso pide una silla para el detenido mientras le lee partes de la orden de captura, y la madre, ante el arrebato de buenos modales, pregunta si puede ponerle una camisa limpia. Sin esperar respuesta, se mete presurosa en un cuarto.
—No se aflija, mamá –alcanza a susurrar el joven.
—Contrólese –le dice el padre, y al mirarme se les escapa otra risa absurda.
La madre regresa de inmediato con una camisa de manga larga y botones, azul como el azul de la bandera salvadoreña, seguramente la más plantosa que ha podido encontrar. Pero para colocársela tendrían que quitarle las esposas, y el agente dice que no, que por favor se aparte.
Al poco, sacan al joven esposado de la casa. La acusación es por homicidio.
De este cantón se llevarán a tres, los tres presuntos miembros de pandillas.
Supuestamente, de forma simultánea otros policías y soldados están desarrollando acciones similares en distintos cantones y colonias de Santa Ana, Chalchuapa y El Congo.
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El planteamiento
Viernes, 27 de abril, 0:44 a.m. Al interior de la Segunda Brigada de Infantería General Tomás Regalado, en Santa Ana.
La cancha de baloncesto es el punto de encuentro para los convocados al operativo. Según el dato proporcionado por la joven de Comunicaciones de la PNC, suman 270 los miembros de la PNC y de la Fuerza Armada aquí presentes. La relación es dos policías por cada soldado. Fiscales y periodistas, también numerosos, no forman parte de ese conteo. Por todo, seremos unos 300.
Los uniformados ahora están formados pero relajados, bajo la luz de dos potentes reflectores que entre otras cosas facilitan el trabajo de los fotoperiodistas. El color dominante en la formación es el azul oscuro de la PNC, con parches verde-olivo de los soldados, y parches grises de los integrantes del Grupo de Reacción Policial (GRP). Abundan los chalecos antibalas, los gorros navarone a medio colocar, los cascos y los fusiles AR-15 y M-16. El murmullo de voces sugiere distensión.
La impresionante formación tiene forma de U plana y es la consecuencia de más de dos horas de peregrinaje de policías de distintas unidades y delegaciones. Los primeros en presentarse han sido los de la Unidad de Mantenimiento del Orden (UMO), llegados desde San Salvador en autobús poco antes de las 10 de la noche. Después, un goteo constante de pick ups policiales –algunos cargados con hasta 15 personas–, camiones y alguna que otra motocicleta. Para ingresar en la Brigada, todos se han sometido al ritual obligado de verificar el arma junto a un barril metálico contiguo al portón principal, en el cruce de la calle José Mariano Méndez con la 3a. Avenida Sur. Justo enfrente, en los soportales de una iglesia evangélica, un grupo de indigentes duerme entre plásticos y cartones, ajenos al runrún de los motores y al sonido metálico de las pistolas.
Ahora, cuarto para la 1, todos parecen estar esperando nomás que alguien dé la orden de salida. Lo hace el comisionado García Funes. Se coloca frente a la formación, agradece a todos los presentes la desvelada, pide disculpas porque su voz no es ronca y poderosa e improvisa un breve discurso: “Me decía ahora el fiscal que esto parece que nunca termina, que cada vez hay más pandilleros. A saber cuándo se acabarán las pandillas, pero nosotros somos la Policía, y nuestra obligación es combatirlas hasta que logremos que desaparezcan”.
Terminado el discurso, la formación se disuelve ordenadamente. Policías y soldados corren en fila hacia el vehículo asignado. El grupo se fracciona y se reparten los objetivos. Hay, dicen, 44 órdenes de captura. A los periodistas nos ordenan seguir el equipo en el que van los jefes policiales y fiscales. No hay oportunidad de elegir. Varias caravanas abandonan la Segunda Brigada. La nuestra sale rumbo al cantón Tablón Matazano.
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Epílogo uno
Viernes, 27 de abril, 1:20 p.m. Noticiero de Canal 21, uno de los medios presentes en el operativo.
Habla el periodista: “La Policía salió nuevamente a cumPLIR con su trabajo aprovechando el silencio de la madruGAda. Esta VEZ los hombres de azul iban dispuestos a capturar a supuestos homiCIdas y extorsioNIStas, en diferentes puntos del departaMENto de Santa Ana.”
El comisionado García Funes: “Se han realizado 44 allanamientos en diferentes partes de El Congo, Chalchuapa, Santa Ana, específicamente en sectores como El Ranchador, Cantarrana, Primavera”.
El periodista: “Las autoriDAdes aseguran que los acusados integran clicas de la Pandilla dieCIOcho y de la Mara SalvaTRUcha, y son vinculados en el asesinato de DIEZ personas entre los Años dos mil ONce y dos mil DOce” […].
El comisionado Marroquín: “Hemos golpeado a las clicas: a la Stoner y a la de… Ele Ese, ¿verdad? Que son… ¿cómo se llama? …de las clicas más fuertes que tenemos en el sector”.
El periodista: “El procediMIENto permitió hacer efectivas más de treinta ÓRdenes de capTUra, lo que significa haber desarticuLAdo dos estructuras consideradas de las MÁS peligrosas en este occidental departamento, donde se aseguró que la PoliCÍa no baja la guardia en el comBAte a la delincuencia. JUlio Guevara, TelenoTIcias VeinTIUno”.
Dos minutos exactos de versión oficial amplificada. ¿Para qué complicarse?
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Epílogo dos
Sábado, 28 de abril, 11:09 a.m. Después de cuatro llamadas sin respuesta, pruebo con un mensaje SMS explicativo; después del mensaje, la mujer –Mercedes– accede a responder al número desconocido que azora su teléfono celular.
Mercedes es una madre que desde hace 66 horas no sabe de su hijo. Lo supone en las bartolinas del Sistema 911. Cuando lo detuvieron, al joven de 20 años le permitieron hacer una breve llamada –“nomás de dos palabras y hasta ahí”, dice ella–, y la usó para avisarla: que se tranquilizara, que saldría apenas se aclarara todo.
—Pero entiendo que la Policía fue a su casa a llevárselo –digo.
—¿A la casa? No, no. A él en la calle lo detuvieron. Él iba a trabajar, en un pick up, iba a hacer un trabajito, y me lo bajaron del pick up.
—¿Y eso cuándo fue?
—Eso fue… miércoles en la tarde.
El hijo de Mercedes llevaba más de 30 horas detenido cuando la PNC inició el operativo policial. Él es uno de los jóvenes que la Policía sentó en el suelo de la plaza central de Santa Ana para que los periodistas nos fuéramos con imágenes que demuestran que se ha sacado de circulación a un generoso grupo de homicidas y extorsionistas, para que nos fuéramos a transmitir la sensación de eficacia.
—¿Y me lo han golpeado, usté? –pregunta Mercedes.
—Él y varios más se quejaban de las condiciones en las bartolinas, pero ni estaba marcado ni dijo que lo habían golpeado.
Desde ayer viernes hay un comunicado oficial de la PNC sobre el operativo en el que presentaron al hijo de Mercedes entre una treintena de jóvenes. Arranca así: “Al menos cinco estructuras criminales de pandillas que podrían estar involucrados en decenas de homicidios registrados en el departamento de Santa Ana fueron desarticuladas la madrugada de este viernes, durante un operativo policial. Un total de 32 capturas efectivas por los delitos de homicidio y extorsión, y 44 allanamientos fue el resultado de la operación. Además, se suman 19 intimaciones en distintos centros penitenciarios del país”.
A Mercedes todo eso le suena demasiado lejano, falso, actuado.
—Injusto me lo tienen ahí, don. Yo conozco lo que tengo… y mi hijo no tiene valor ni pa´ matar un pollo.