Hay aire acondicionado, pero José Heriberto Henríquez no ha dejado de sudar desde que inició la conversación. La tensión se dispara casi al final. Sucede cuando el periodista le pregunta si cree posible que podrá entrevistar también a los pandilleros que sobrevivieron al documental.
—¿Sobrevivieron? Perate, perate; explicame eso. ¿Qué sucede? ¿Están matando también a otros de la película?
José Heriberto Henríquez –42 años, fornido, bigote generoso, cabeza rapada– es Erick Boy, uno de los personajes de “La vida loca”, el documental sobre pandillas centroamericanas (maras) que le costó la vida al fotoperiodista francoespañol Christian Poveda. Desde que supo del asesinato del que llama “un amigo”, teme por su propia vida y por la de su familia. Y por un momento cree que están ajusticiando –esa es la palabra que utiliza– a todos los que participaron. Se tranquiliza solo cuando el periodista le explica que se refería a los pandilleros que sobrevivieron a los meses de filmación, de febrero de 2006 a mayo de 2007.
Erick Boy no ha podido ver la película. Está encarcelado en un estricto penal de máxima seguridad de El Salvador desde hace más de tres años.
—Se dice que en el Barrio 18 creyeron que estaba lucrándose a costa del Barrio.
—Sí, eso es lo que he oído yo también.
—¿Y le das credibilidad?
—Mira, es lógico que él iba a ganar por su trabajo. Todos los periodistas ganan por su trabajo, eso es normal. Ahora, ¿a qué iba enfocado su trabajo? Yo se lo planteé al Barrio como él me lo planteó a mí. Que lo que quería es ver cómo es que la pandilla vivía, cómo sobrevivían y hasta qué punto en realidad la pandilla solo era violencia.
Hasta qué punto, dice.
***
Christian Poveda fue asesinado de dos disparos en el rostro el pasado 2 de septiembre. Murió en Centroamérica, en El Salvador, en un país donde cada día hay 12 homicidios, en Soyapango, en una calle desolada a poco más de un kilómetro de La Campanera, la colonia donde filmó “La vida loca”. En un sector donde opera el Barrio 18.
La noticia de su muerte logró con creces algo que el autor se había propuesto conseguir con la difusión de su documental: que Europa y Sudamérica prestaran más atención al fenómeno de las pandillas Barrio 18 y Mara Salvatrucha. Originarias ambas de Los Ángeles, llegaron a Centroamérica a inicios de los 90, y fue en países como El Salvador, Guatemala y Honduras donde hallaron terreno fértil para su expansión y su radicalización.
Policía Nacional Civil de El Salvador y Fiscalía coinciden en señalar a un grupo de pandilleros del Barrio 18 como los que idearon y ejecutaron el homicidio de Poveda. Ya hubo incluso capturas. En El Salvador las versiones oficiales no son siempre de fiar, pero esta vez coincide con la versión de la calle, la que ha llegado a oídos de Erick Boy.
***
Viernes, 25 de septiembre. Erick Boy y el periodista están sentados frente a frente en una sala del Centro Penal de Seguridad de Zacatecoluca, a 65 kilómetros de la capital. Vigilan dos custodios armados y ásperos, como si tuvieran órdenes de no ser amables. El entrevistado está esposado y lleva el traje de Zacatraz, que es como se conoce este penal: camiseta, calzoneta y calcetines blancos.
Llegó aquí en mayo de 2006, cuando fue condenado a 16 años de prisión por homicidio. La detención y el juicio forman parte medular de “La vida loca”. Él era –es, dice– el Director de Rehabilitación de Homies Unidos, una ong que se promociona como rehabilitadora de pandilleros. Erick Boy tiene tatuajes alusivos al Barrio en su espalda y en sus brazos. Se hizo pandillero a inicios de los 80 en Los Ángeles, California.
—¿Es muy diferente la vida de pandillero en Estados Unidos y en El Salvador?
—Sí, en todos los aspectos.
—¿Por ejemplo?
—Las pandillas allá existen desde mil novecientos treinta y algo. Es una clase de vida, La 18 viene desde los cincuenta, ¿me entiendes? Y la diferencia más visible es que en la pandilla aquí los jóvenes son más violentos. No hay en sí… ¿cómo te podría decir? No hay, lo que nosotros decimos, una escuela. Alguien que los sepa dirigir, ¿me entiendes?
Erick Boy fue algo más que uno de los personajes de la película de Poveda. Ambos se conocieron desde 2004, cuando el fotoperiodista lo contactó para poder plantear a los palabreros (líderes) del Barrio 18 su deseo de fotografiar a pandilleros. Con ese trabajo no hubo mayores problemas.
Dos años después, se repitió el proceso con la película. Poveda sabía que sin el aval de la rueda de veteranos del Barrio sus proyectos eran inviables. Hubo aval y también hubo condiciones. Y uno de los puntos que el periodista plantea al entrevistado es algo que ya había escuchado en otros círculos: que una premisa para permitir la filmación fue que la película no se exhibiera en El Salvador.
—Cuando hablamos con él –responde Erick Boy al periodista, sudor en la frente– lo acordado fue esto: que él iba a enseñar en el extranjero la vida de los pandilleros que ya no querían andar en violencia. Y eso está bueno. Pero eso, no en El Salvador, iba a ser en el extranjero. Eso es lo que él me dijo.
—Pero la película lleva semanas en todos los puestos de DVD piratas del país…
—Exactamente. Ahora, alguien, no sé quién, ha tomado provecho de eso. Y tú sabes cómo son los piratas.
Mucho ha cambiado Erick Boy desde que fue detenido en mayo de 2006. Además de haber perdido casi 30 kilos, la relación con su pandilla se ha vuelto distante. Mientras en la película aparece aún como un miembro activo (“los dieciocheros no tenemos dos caras, homie, tenemos una”, llega a decir, primera persona), hoy ante el periodista utiliza la palabra ellos para referirse al Barrio.
—¿Tú crees que lo mató el Barrio?
—Mira, pues yo puedo tener una idea, y la puedo tener, pero es una idea.
—¿Y el porqué?
—Es que no te podría dar una respuesta concreta, ¿me entiendes? ¿Y por qué? Pues porque te voy a decir algo, o sea, cuando me contaron que mataron a Christian por mi mente pasaron un montón de cosas.
—¿Tú te sientes en peligro?
—Sííííííí.
—¿Te tomarías como una buena noticia salir de este penal tan estricto hacia uno en el que solo haya pandilleros del Barrio?
—Yo ya no puedo ingresar a esos penales, porque yo soy retirado.
Con 42 años encima, los tatuajes alusivos al 18 y poco más unen a Erick Boy con los jóvenes que siguen ingresando y escalando en el Barrio. Su teoría es que cada vez son más violentos, y que se integran más jóvenes. El estudio “Maras y pandillas, comunidad y policía en Centroamérica”, elaborado en 2007 con cientos de encuestas a pandilleros y ex pandilleros, cifró la fecha de ingreso a los 14 o 15 años, a lo que hay que sumar el tiempo que el joven acompaña al grupo en calidad de aspirante.
Casi al final de la entrevista, Erick Boy abre una pequeña puerta al optimismo. Él está convencido de que muchos pandilleros que han cumplido ya los 24 o 25 años querrían dejar la vida de las pandillas. Pero faltan alternativas.
—¿Y dónde queda la frase “Por mi madre vivo y por el Barrio muero”?
—Es que te voy a decir una cosa. A veces mucha gente cuenta muchas fantasías, ¿me entiendes? Y la realidad es otra. La realidad es que muchos ya no quieren estar en las pandillas y solo andan buscando unas personas que los apoyen, pues. Simplemente.
—¿Es muy diferente la vida de pandillero en Estados Unidos y en El Salvador?
—Sí, en todos los aspectos.
—¿Por ejemplo?
—Las pandillas allá existen desde mil novecientos treinta y algo. Es una clase de vida, La 18 viene desde los cincuenta, ¿me entiendes? Y la diferencia más visible es que en la pandilla aquí los jóvenes son más violentos. No hay en sí… ¿cómo te podría decir? No hay, lo que nosotros decimos, una escuela. Alguien que los sepa dirigir, ¿me entiendes?
Erick Boy fue algo más que uno de los personajes de la película de Poveda. Ambos se conocieron desde 2004, cuando el fotoperiodista lo contactó para poder plantear a los palabreros (líderes) del Barrio 18 su deseo de fotografiar a pandilleros. Con ese trabajo no hubo mayores problemas.
Dos años después, se repitió el proceso con la película. Poveda sabía que sin el aval de la rueda de veteranos del Barrio sus proyectos eran inviables. Hubo aval y también hubo condiciones. Y uno de los puntos que el periodista plantea al entrevistado es algo que ya había escuchado en otros círculos: que una premisa para permitir la filmación fue que la película no se exhibiera en El Salvador.
—Cuando hablamos con él –responde Erick Boy al periodista, sudor en la frente– lo acordado fue esto: que él iba a enseñar en el extranjero la vida de los pandilleros que ya no querían andar en violencia. Y eso está bueno. Pero eso, no en El Salvador, iba a ser en el extranjero. Eso es lo que él me dijo.
—Pero la película lleva semanas en todos los puestos de DVD piratas del país…
—Exactamente. Ahora, alguien, no sé quién, ha tomado provecho de eso. Y tú sabes cómo son los piratas.
Mucho ha cambiado Erick Boy desde que fue detenido en mayo de 2006. Además de haber perdido casi 30 kilos, la relación con su pandilla se ha vuelto distante. Mientras en la película aparece aún como un miembro activo (“los dieciocheros no tenemos dos caras, homie, tenemos una”, llega a decir, primera persona), hoy ante el periodista utiliza la palabra ellos para referirse al Barrio.
—¿Tú crees que lo mató el Barrio?
—Mira, pues yo puedo tener una idea, y la puedo tener, pero es una idea.
—¿Y el porqué?
—Es que no te podría dar una respuesta concreta, ¿me entiendes? ¿Y por qué? Pues porque te voy a decir algo, o sea, cuando me contaron que mataron a Christian por mi mente pasaron un montón de cosas.
—¿Tú te sientes en peligro?
—Sííííííí.
—¿Te tomarías como una buena noticia salir de este penal tan estricto hacia uno en el que solo haya pandilleros del Barrio?
—Yo ya no puedo ingresar a esos penales, porque yo soy retirado.
Con 42 años encima, los tatuajes alusivos al 18 y poco más unen a Erick Boy con los jóvenes que siguen ingresando y escalando en el Barrio. Su teoría es que cada vez son más violentos, y que se integran más jóvenes. El estudio “Maras y pandillas, comunidad y policía en Centroamérica”, elaborado en 2007 con cientos de encuestas a pandilleros y ex pandilleros, cifró la fecha de ingreso a los 14 o 15 años, a lo que hay que sumar el tiempo que el joven acompaña al grupo en calidad de aspirante.
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Casi al final de la entrevista, Erick Boy abre una pequeña puerta al optimismo. Él está convencido de que muchos pandilleros que han cumplido ya los 24 o 25 años querrían dejar la vida de las pandillas. Pero faltan alternativas.
—¿Y dónde queda la frase “Por mi madre vivo y por el Barrio muero”?
—Es que te voy a decir una cosa. A veces mucha gente cuenta muchas fantasías, ¿me entiendes? Y la realidad es otra. La realidad es que muchos ya no quieren estar en las pandillas y solo andan buscando unas personas que los apoyen, pues. Simplemente.
Son declaraciones que podrían generarle más problemas –si cabe– con el Barrio. Y las dice alguien que conoce bien cómo opera esa pandilla.
Las casi dos horas de plática en el penal de Zacatecoluca incluyen un consejo para el periodista.
—Eso te quería decir a ti, que tengas cuidado con esto.
Las casi dos horas de plática en el penal de Zacatecoluca incluyen un consejo para el periodista.
—Eso te quería decir a ti, que tengas cuidado con esto.
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